viernes, 6 de mayo de 2011

Al calor de una estufa llamada Descartes.

Supongo que les importará un pepino lo que leo o dejo de leer, pero sin ánimo de resultar petulante (prometí que este blog iría sobre libros, arte, política y otras mentirijillas) quiero compartir con ustedes la satisfacción que me produce haberme devorado una milhoja de René Descartes, su Discurso del método, del que tanto oí hablar en mis años de instituto y al que siempre temí no entender con la suficiente capacidad e inteligencia que requieren los clásicos de la hermosa filosofía. Nada más lejos. Ya me había sucedido lo mismo con Borges años atrás, aquel Jorge Luis Borges del que yo oía hablar en boca de intelectuales y grandes lectores amigos míos, y del que yo pensaba no entender ni papa. Desde que un día me decidiera a tantear sus obras literarias nunca más lo abandoné. Tengo la suerte además de no haberme leído toda su obra completa aunque la tenga, cosa de guardarme alguna sorpresa literaria para los años que me restan.

Pues lo mismo me sucedió con Descartes, al menos con ese Discurso que tanto he saboreado, y del que tanto he aprendido, dejando a un lado partes como la anatomía o el sistema solar, de los que admito desconocerlo todo, hasta el punto de no saber cuánto más se ha avanzado en esas materias a lo largo de la historia científica. Sí, lo siento.

Estas dos noches que estuve ensimismado en la lectura (el texto apenas supera las cien páginas) yo me encontraba como arrinconado a una estufa, tal y como cuenta Descartes que estuvo durante sus años de estudio para elaborar su método. Allí encontré un calor estupendo de inteligencia, de prosa deslumbrante, de brillante sentido intelectual. Me maravilló la manera en que el filósofo duda de todo (bueno, menos de la existencia de Dios, a quien se empeña en demostrar ¡científicamente!) y la capacidad de ordenar el pensamiento para construir un modo -un camino- de acercarse a la verdad científica.

Pienso luego existo... Tomar conciencia de que el pensamiento es la causa misma de ser, al menos de ser consciente. Y de este modo, llegar a la conclusión de que si pienso existo, pero si no tuviera la posiblidad de pensar... ¡no existiría! ¿No les parece absolutamente moderno lo que cuenta Descartes? ¿No estamos viviendo precisamente en un tiempo en el que pretenden que no pensemos? ¿Y acaso es verdad que si no pensamos no somos individuos, sociedad, estado, continente, planeta? ¿Les estamos regalando nuestra existencia a quienes ya se encargan de pensar por nosotros?

Creo que necesito una cerveza.

1 comentario:

  1. Me gustó tu artículo, amigo. Sobre todo me quedo con las preguntas finales, con esas dudas que, como a Descartes, espero que no te abandonen nunca. Sin embargo, yo añadiría a tu reflexión final un poco de praxis. "Es necesario -escribió Che Guevara- luchar cada día a fin de transformar ese amor activo por la humanidad en hechos concretos, en acciones que sirvan como ejemplos movilizadores".

    Pensar y hacer, hacer y pensar, esa es la cuestión.
    Un abrazo.
    Gerardo

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