domingo, 6 de diciembre de 2009

La Laguna o el tiempo recobrado.


He vuelto a La Laguna, la ciudad de mi primera juventud. He vuelto, en cierto modo, a reencontrarme con aquel yo de entonces. Hacía años que no andaba sus aceras con paciencia, que no me detenía a contemplar el orden de sus calles, el cielo abigarrado. Fui invitado por la compañía Troysteatro para participar en unas jornadas de teatro en la calle, que se vinieron sucediendo desde el lunes pasado y que acabaron este viernes. El motivo, tan simple como importante: el décimo aniversario de su declaración como patrimonio universal. En este evento tuve la suerte de trabajar con gente con la que no hacía nada desde hacía muchos años, como mi querida Carmen Cabeza, y de compartir escenario con tantos otros como Gerardo Zanardi, Miguel Ángel Batista, Lioba Herrera y por supuesto la compañía Troys al completo. También Isabel Albuger, miembro de Sol y Sombra, estuvo con nosotros. Fue, se los garantizo, un encuentro hermoso, comunitario, tribal, colectivo... como me parece que deben ser estas cosas del teatro. Durante cuatro días reconstruímos La Laguna del siglo XVI, con un texto de dudosa calidad literaria -con perdón-, un vestuario delicioso y una estupenda puesta escénica de Lucas Balboa, y una localización que visitaba los edificios más singulares y representativos de ese período. A Carmen, Gerardo y a mí nos tocó embutirnos en un trencito que serpenteaba las calles más secretas y que nos dejó afónicos durante los cuatro días, de tanto como incordiaba su maquinaria propulsora. La experiencia resultó agradable a todos los espectadores de aquellas visitas, y honestamente creo que supieron apreciar aún más si cabe la belleza de una cuidad tan antigua como hermosa.



A mí me parece que La Laguna es nuestro orgullo isleño, nuestra Toledo particular. En ella no sólo me formé, sino que viví experiencias hermosas y perdurables. Allí me hice grande en todos los sentidos, y me abrió el corazón hacia las ciudades del mundo: tras La Laguna vendría Salamanca, y luego Madrid, y luego Niort y así un sinfín de pueblos o capitales que guardo en la memoria como fragmentos de lo que he sido. Cuando me canso de ser y estar, me reconstruyo con la memoria de esas ciudades, y en este aspecto, La Laguna es un poco también el patrimonio de mí mismo.



4 comentarios:

  1. Mi reconocimiento a César Yanes por su desparpajo y sus tablas. ¿Qué hubiera hecho yo sin ti...? Un saludo.

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  2. Ay Hernán... Soy Torriani, ése que tuvo que dejar que le acomodaras el traje y los complementos, ése que rivalizó con aquel motor diesel para hacerse oír por las calles de La Laguna. Soy yo, querido Hernán, quien te manda un saludo.

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  3. Querido Leonardo:

    Te echo de menos, de vez en cuando.

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