viernes, 28 de mayo de 2010

Jueves de pic-nic.

Ya lo saben: ayer día 27 fue el último jueves de mayo, y como cada último jueves tuvimos la ocasión de asisitir a una nueva lectura de teatro. Una vez más con invitados de excepción: Manolo García, director de teatro, actor y tantas otras dignas cosas que amenzan con volver al desuso, y miembros de la compañía que éste dirige mayoritariamente:Teatrejo, del municipio norteño de Los Realejos.
Manolo fue el encargado de elegir el texto dramático: Pic-nic, de Fernando Arrabal. Una obra de vanguardia, continuadora de la senda del absurdo iniciada en Europa con Samuel Beckett y Eugène Ionesco, y cuya temática pretende ser una reflexión de la inutilidad de la guerra, y de sus crueles circunstancias. Vistas, eso sí, desde una postura crítica, pero hilarante; buscando, acaso, el humor en el espectador, pero hiriendo profudnamente la consciencia colectiva y la memoria histórica de una Europa zaherida por dos guerras mundiales, y varios millones de muertos.

La contextualización del autor y su obra estuvo a cargo de Manolo García, quien relató fabulosamente la vida de Fernando Arrabal, con todas sus peculiaridades, anécdotas y principios estéticos. Luego, metidos ya de lleno en el texto en sí, ádviritó del carácter surrealista de Pic-Nic. Surrealismo que no alcanzo a vislumbrar aún hoy, pareciéndome más acertada la concepción absurda de la pieza. Manolo, no obstante, justificó su argumentación con varios aspectos que le parecieron propios de la corriente bretoniana: el uso del humor, el collage como composición dramática y el desarrollo de unas situaciones que sólo son posibles fuera de la realidad material y lógica.

Para la lectura, Manolo arrastró consigo a cuatro actores miembros de la compañía Teatrejo: Sergio Luis Martín (El señor Tepán), Miriam García Bencomo (La señora Tepán), Luis Martín González (Zapo) y Marcos Hernández González (Zepo). Entre ellos, para nuestra sorpresa, habían preparado no sólo la lectura dramática, sino toda una escueta y coreográfica puesta en escena, con atriles, música enlatada y bailes ensayados; material que ya habían usado en la puesta en escena del mismo texto dramático en el año 2003. En aquella ocasión aprovecharon las circunstancias sociales del momento para hacer una lectura actualizada del texto, incluyendo los acontecimientos históricos con los que nació el siglo XXI: la guerra de Irak, la lucha del petróleo, la tragedia del residuo de chapapote en las costas gallegas, etc...

Fue -como siempre, como tenía que ser, como ha venido siendo hasta ahora- un magnífico encuentro con la palabra, con el compromiso, con la cultura y con ese deber que tenemos todos los que hacemos del teatro nuestro oficio (sin beneficio, las más de las veces), ese deber como digo de conocernos, de saber qué andan haciendo los demás en el resto de la isla, de descubrir que hay infinitas personas que como Manolo, Sergio, Miriam, Luis y Marcos siguen practicando el bondadoso ejercicio del teatro.

A todos ellos, muchas gracias.

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