viernes, 13 de noviembre de 2009

La primera mirada.

Cuando Adán abrió los ojos y se encontró inmerso en el paraíso, un intenso dolor de costillas le sobrevino. No obstante, emprendió camino entre la verdura admirando todo con temor y asombro, malandando a causa de aquel extraño dolor toráxico. Tenía todo un amargo olor a nuevo, como si el paisaje estuviera recién hecho, o cuando menos, restaurado. Miró al cielo. Una bandada de papagayos atravesó los árboles más altos, llenando la mirada de colores calientes y compactos.
Sintió cómo el mundo se despertaba casi al mismo tiempo que él. Vio a los monos saltando en el juego de las lianas, a los bisontes paseando con aplomo sus anchuras, a las serpientes -raíces inquietas- que andaban por las esquinas, y a las nubes que tomaban forma de mono, de bisonte, de serpiente y volvían a deshacerse para reconstruirse nuevamente con formas inusitadas.
Estuvo solo alguna horas, sin descubrir en todo aquello nada que le fuera verdaderamente suyo. Se sentía tan alejado del paisaje como de sí mismo. Cansado de tristeza se dejó dormir. En el sueño, (el primer sueño del mundo antes que el de dios, incluso; porque luego se comprobaría que dios era un sueño adánico, aunque también se dice que fue el del escarabajo, el primer sueño) una mano gigante le arrancaba las costillas. También soñó con el olor del barro fresco y con el mar.
Unas horas más tarde todavía reposaba sobre las hojas gigantes de unos tubérculos, con el cuerpo desnudo y resbaladizo a causa del sol del mediodía y el esfuerzo del sueño. Lo despertó una intuición, una sospecha extraña de que alguien o algo lo cercaba. Mantuvo los ojos cerrados, por miedo a enfrentarse a la realidad que le amenzaba, y en un momento dadó los abrió de pronto. No había nadie. Giró la cabeza a todos los lados intentando hallar la figura de aquellas sombras, pero nada. Sintió un ruido tímido e intermitente a sus espaldas. Divisó entre unas hojas verdes de láminas finas la silueta de un cuerpo opaco bastante diferente del de los monos, los papagayos y los perros. Allí estaba. La figura tenía manos y ojos como los suyos, y los pies mostraban los mismos síntomas de frío y de dolor que sufrieron sus plantas al comienzo de sus pasos. Al otro lado de las hojas, esa silueta viviente hacía ruidos raros y abria los labios mostrando los dientes. Algo, como unas cosquillas, le produjo también la necesidad de mostrar los dientes y de abrir los labios. Era la primera mirada, la primera sonrisa.

(Se supo luego que se llamaba Eva, y que era la madre de la carne. Juntos tuvieron dos hijos. Pero se cansaron, porque el matrimonio no era todavía entonces un dogma, y un día los dos se miraron y se detestaron de saberse pecaminosos y aburridos. Ella rehizo su vida, empeñó sus ahorros para montar una empresa de tartas de manzana y se casó con su hijo sanguinario. Adán continuó también la estirpe con sus propias nietas. Era el origen del mundo).

7 comentarios:

  1. -Llegas tarde. Ya estaba acostumbrándome a mí-.

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  2. Yo me esperaba más un: -¿Qué hay?

    xD

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  3. La primera palabra seguramente fue: ¿follamos?

    Por cierto, me parece muy fuerte que hayas informado de este blog a sara antes que a mi xD.

    Bueno, a ver si nos escribes algo, que nos tenías sedientos.

    Salud!

    p.s. para haber puesto esa pedazo de foto debe de gustarte mucho la autoconteplación... jeje

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  4. Gracias por tenerte. Qué bueno sería poder ser un lienzo y auto-crearte, borrar, y volver a crear. Así valdría la pena "ser".

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  5. Cesi,El "anónimo" es Tere. Se me adelantó este dichoso engendro necesario de la informática y o me dió tiempo de corregir el nombre.

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  6. Gracias, Tere. Eres muy amable. Espero poder seguir leyendo tus opiniones. Un beso!

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